Foto de Daniel Sharp en Unsplash
Foto de Daniel Sharp en Unsplash

Una disminución del PIB de más del 10% y una recuperación no antes de 2025. Estas son las previsiones para la economía italiana según Prometeia, la consultora italiana que también pronostica repercusiones significativas para la situación económica mundial.

Los efectos de COVID-19 se manifestarán en toda la economía mundial. El PIB mundial, según el último informe de previsiones de Prometeia, disminuirá un 5,2%, y el comercio mundial disminuirá un 14,4%. A nivel europeo se habla de una caída del 8,1% en promedio en el PIB.

Sin embargo, la situación es que Italia será peor, donde el producto interior bruto caerá un 10,1% en 2020, aunque con un repunte del 5,9% en 2021, lo que dejará mucho espacio para una recuperación que no se dará durante al menos cinco años. Los incentivos fiscales, que son responsables de cinco puntos del PIB, darán lugar a una mayor liquidez de los hogares, pero no bastarán para garantizar la recuperación del consumo.

Según el centro de investigación de Bolonia, Italia tendrá que recurrir al Mecanismo Europeo de Estabilidad ( MEDE ), beneficiándose de una de las mayores cuotas de los 650 mil millones de euros potencialmente asignados, el 18,8%. En 2020, la relación déficit / PIB podría ser del 11% y la relación de la deuda / PIB del 159%.

"En resumen", según el último informe de Prometeia, "Italia tendrá un nivel de actividad económica más bajo en la fase de recuperación que antes de la crisis, menos empleo, mayores niveles de ahorro de los hogares y mayores niveles de endeudamiento de las empresas no financieras del sector público". En general, también se ampliarán las diferencias en la distribución funcional y personal de los ingresos a muchos niveles entre los sexos y los grupos de edad, entre los sectores y las zonas de producción: Las pequeñas empresas, los trabajadores autónomos y los trabajadores menos cualificados serán los que más sufran."

El informe añade que "en este contexto, las intervenciones masivas del BCE fueron indispensables en la fase aguda de la crisis, pero no pueden resolver los problemas estructurales. El acceso a grandes sumas de fondos públicos en condiciones muy favorables representa una oportunidad que debe aprovecharse. Si estos recursos se aplican correctamente a los sectores débiles de la economía italiana (desde la salud hasta las escuelas y la infraestructura), podrían dar lugar al salto de productividad y al crecimiento asociado que se espera desde hace 25 años".